En ese momento, en la presencia del Buda se erguía una torre adornada con los siete tesoros. Quinientos yojanas de estatura y doscientos cincuenta yojanas de ancho y de profundidad, se elevó saliendo de la tierra y se quedó suspendida en el vacío. Adornada de toda clase de objetos preciosos. Tenía cinco mil barandas, mil, diez mil habitaciones, y una cantidad incalculable de cintas y banderas le decoraban. Guirnaldas enjoyadas colgaban y diez mil millones de campanas labradas en joyas preciosas suspendidas de ellas. Las cuatro caras de la torre emitían una fragancia de tamalapatra y sándalo que impregnaba el mundo entero. Sus pendones y doseles estaban bordados con siete tesoros, oro, plata, lapis lazuli, perla, ágata, conchas marinas, cornalina, y era tan alta que llegaba hasta los lugares celestiales de los Cuatro Reyes Celestiales. Los dioses del cielo Trayastrimsha hicieron llover flores de mandarava como ofrenda a la torre de los tesoros, y a los otros seres celestiales y dragones, yakshas, gandharvas, asuras, garudas, kimnaras, mahoragas, seres humanos y no humanos, una asamblea de miles, diez miles, millones, ofrecieron toda clase de flores, inciensos, collares, guirnaldas, doseles y música como ofrenda a la torre de los tesoros, haciendo reverencias, honrando y alabando.
En ese momento, una voz fuerte se emitió desde la torre de los tesoros, hablando en palabras de alabanza: “!Excelente, excelente¡ shakyamuni, El Homenajeado por el Mundo, que eres capaz, por medio de tu gran indiferenciada sabiduría, de hablar ante la gran asamblea sobre el Sutra de la Maravillosa Flor del Dharma, un Dharma para la enseñanza de bodhisattvas a quienes los Budas protegen y cuidan, y lo expones para el beneficio de toda la asamblea. Es como dices, sí como tú dices, Shakyamuny, El Homenajeado por el Mundo, todo lo que has expuesto es la verdad!”